martes, abril 10, 2007

Una historia del club (VII)

A mi no me hace tanta gracia lo de la foto. La primera vez, el fotógrafo me mandó tanto hacia atrás que me caí al mar. La segunda, salí a la carretera y me atropelló un autobús, menos mal que él se llevó la peor parte. En el tercer intento llegué a Cienpozuelos y el fotógrafo todavía decía que el angular no daba más de si. Así que decidimos inmortalizar el momento vía satélite para que se pudiera realizar el retrato.

10 de Abril

Capítulo 7 : La versión del cabezón


Estupefacto, traté de que contestara al móvil primero, al teleportero después, al teléfono fijo y, por último, a las pedradas que propiné a la única luz encendida en todo el bloque. Nadie respondió. Un Peugeot 407 familiar se detuvo. El conductor preguntó por mi. Asentí. Monté en el asiento trasero. El chófer subió la mampara e hizo caso omiso de mis cuestiones y peticiones, que poco a poco se tornaron en súplicas al ver que el taxi aceleraba hasta moverse a una velocidad endiablada. Incluso pensé en tirarme del vehículo en marcha, pero las puertas y ventanillas habían sido bloqueadas. Vi el aeropuerto a lo lejos. El taxi accedió mediante una acreditación al interior del aeropuerto. Redujo hasta parar en frente de un jet privado. Llevaba serigrafiada la última colección primavera de Martin. El chófer abrió mi puerta y me pasó una hoja de Fax. Era la letra de Martin. No quise leerla. Subí al Boeing Jet Executive 737 que ya me habían indicado que se dirigía a El Prat.

Nada más comenzar el vuelo, me recosté en una de las camas de una habitación y caí fulminantemente dormido. No sé en qué momento sucedió, ni cuanto tiempo llevaba soñando, cuando fui despertado de la mejor manera posible. Una bella mujer de no más de 25 años, morena, con ojos azules y labios duros y vigorosos estaba echada sobre mi cuerpo mientras yo trataba de no intentar comprender nada y disfrutar del momento. Su cara me era familiar. Me folló, literalmente. Incluso se apretó contra mí cuando llegó al éxtasis, inmovilizándome con sus rodillas, usándome para su pleno disfrute. Cuando ella hubo terminado, se duchó. Del baño asomó un deslumbrante piloto de aviación, de piel tersa, pechos turgentes y cabello ondulado. La verdad es que no sé si me excitaba más verla así vestida que desnuda sobre mi.

Justo en ese momento me llegaba la llamada a seis de mi querido amigo y compañero de faenas Scooby-doo. Conecté el teléfono móvil al switch telefónico para multillamada y saludé a Scooby, el Doctor, Valente, Russian y Half. Noté a Scooby ciertamente alterado. Lo que me recordó el fax escrito por Martin. Acordada la reunión urgente en el club, le indiqué a la piloto las coordenadas a las que debía dirigirse. Tuve que convencerla para que aceptara cambiar el rumbo; no se creía que nuestro club dispusiera de pista de aterrizaje.

El resto del vuelo lo dediqué a una ducha muy fría, ya que la piloto anunció por el interfono que en breve iba a aterrizar y que le avisara cuando estuviera dispuesto en el asiento.
El avión aterrizó. Era pronto, pero la importancia de la reunión requería puntualidad explícita. La piloto trató de “despedirse” de mi, pero tuve que negarme rotundamente.

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