jueves, abril 12, 2007

Una historia del club (VIII)

Sí, utilizo espuma, lo confieso. Cojo el bote, lo sierro y con el reborde metálico que queda me rasuro los pelos. La parte del sotoescroto es la menos llevadera, pero se soporta bien. Pero es que eso de "los de Bilbao" es un mito, somos seres mortales y corrientes. Yo ayer, sin ir más lejos, me corrí cinco veces

12 de abril

Capítulo 8 : La versión del cabezón


Entré en el salón principal, donde estaba Scooby tomando su habitual trago de Bourbon. No intercambiamos palabra alguna. Me serví un vaso de agua con unas gotas de agua estructural Golden ‘C’ y hielo mineral de glaciares de Alaska. Tenía la boca demasiado seca.
Llegó Halfgan, siempre tan hablador, aunque nunca se hace pesada su conversación. Pero esta vez la conversación era vacía, irrelevante. El nerviosismo era palpable en el ambiente.

Olvidé por completo el fax escrito por Martin, que me fue entregado por el endiablado conductor del taxi francés. Disimuladamente abrí la nota. No estimé oportuno compartirla con mis compañeros. A duras penas se hacía legible, se notaba el temblor de la mano izquierda de Martin. El mensaje decía lo siguiente :

“Kortxo, me ha llamado mi mujer. Me ha dicho que está locamente enamorada de ti y que su único deseo es hacerte el amor hasta morir junto a ti en la misma cama. Dudo mucho que pueda verte nunca más. Por cierto, siento mucho lo del vino.”

No comprendía nada. Cómo es posible que Martin me hubiera mandado al avión de su esposa, sabiendo las intenciones de ésta. Sería como darle las llaves a un hombre justo cuando confiesa que desea robarte.
“…hasta morir en la misma cama…” ¿acaso el fax estaba destinado a ser leído antes de que subiera a ese avión? Probablemente si. ¡Estúpido! – me dije. Pero Angela no había mostrado ninguna intención de acabar con mi vida.
“…dudo mucho que pueda verte nunca más…” ¡¡Oh, Dios mío!! En ese momento recordé que sus pechos me habían resultado extrañamente amargos…. El sudor comenzó a empapar toda mi ropa. Miré a mis compañeros, a los que había abandonado mentalmente. Seguían con su conversación sobre el carpaccio de buey.

Sonó el teléfono. Halfgan nos comentó que Lubos se había quejado de que varias botellas de vino “corriente” habían desaparecido y que él no tenía constancia de ello. Volví a recordar la nota de Martin : “…siento lo del vino.”
¿Qué conexión podía haber? ¿Cómo era posible que Martin siquiera conociese el paradero del Club?
Demasiadas dudas inundaban mi mente. Iba a compartir mi conocimiento con ambos amigos, cuando sonó el teléfono de nuevo. Esta vez descolgué yo. Una voz familiar me reconoció en seguida. “¿Te gustaron mis pezones, Kortx? ¿Te gusta todo lo amargo? ¿A Scooby le gusta lo dulce? ¿A Halfy, le gusta el ácido? ¿Y a Flagg el salado? Valente tuvo suerte, le tocó la insípida Nux Vomita.”

El tono de comunicando del teléfono penetró en mis oídos como una alarma de incendio en lo más alto de un rascacielos. Creo que dije algo antes de caer. No me acuerdo de qué. Mi mente palideció.
Desperté en la terraza, sujetado por mis compañeros. Traté de hablar, pero no podía articular palabra. En mi mente sólo cabía un pensamiento: “Veneno, otra vez Veneno”.

Apareció Russian Garabate, aunque mi vista todavía estaba borrosa. La verdad es que la nitidez de las imágenes evolucinaba más despacio de lo habitual. No seas exagerado, todavía no ha podido hacer efecto – me dije.

Vi que el Doctor también había llegado. Me alegré. Siempre es un alivio tenerlo cerca. Me dijo que Helena estaba de camino, que llegaría en 30 minutos. Mi mente dio un brinco. ¿Estás seguro? – le espeté. Contestó afirmativamente. Media hora es demasiado – pensé.

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