viernes, junio 29, 2007

Desvaríos varios (II)

Dile que se saque el carnet de tranvía.

29 de Junio

En un día cerrado recupero el segundo de los tres textos de la saga desvaríos varios del gran G Vazquez.

Odio follar

Anoche, al no haber jornada NBA, anduve cuco y aproveché para dormir acompañado, como Kobe en Colorado, que así mismo fue como acabé yo. Además de servirme la velada para comprobar que falta me hace ya cambiar de colchón y reducir el puto tabaco, terminé por confirmar algo que ya intuía hace tiempo: que esto de follar es otra tortura más al ciudadano, y ni siquiera el asunto me sirvió de terapia para largar este humor que me arrastro y que, la verdad, ya no sé de dónde me viene.

La niña en cuestión, agua mansa de día, fuego salvaje de noche, debía intuir mi pulsión pastoral porque no apostaba ella por nada que no fuera el aburrido “misionero”, que está bien para empezar pero pronto se te baja todo por anodina mecánica, que se siente uno el pájaro carpintero con lo bien que está eso de doblar la almohada y hacer de tronco. En fin, el caso es que el modus de la niña era muy singular y no el primero que veía así. Llegado su momento te apretaba frenética contra ella con una fuerza descomunal. “Jo, baja, baja” –para el beso pensaba yo. Pero no. Ni beso ni leches; si hasta me retiraba la cara como autista haciéndome ver que se quedaba solita como muchas acostumbran en plena faena. El caso es que en ese preciso momento que es más suyo que tuyo, donde te hacen sentir como un consolador con extremidades, ésta te atrapaba como una araña. Sus manos y piernas te apretaban la zona lumbar contra su pélvica hasta el punto de no dejarte mover, de que simplemente no te permitía, así pensé yo, follar. Era una sensación extraña: te sentías como anulado, sin autonomía, un objeto a su capricho, y la cosa se ponía difícil cuando al buscar mi legítima ración de fricción y meneo terminabas cargando con todo su cuerpo arriba y abajo como un parásito gigante, porque no se despegaba, y claro, no soy yo Terminator y la sangre se me escapa vilmente a otros músculos lejos del que interesa. El resultado era desolador.

-Joder, que me atrapas y no me puedo mover.
-¿Qué?
-Que me atrapas y no me puedo mover, que no te puedo follar así, que parece que me quieres meter entero.
-Qué dices tío, que no me habían dicho nunca eso.
-Bueno, pues te lo digo yo. Que no me dejas echarte el polvo.
-Ja, pues lo que es tu casa está bien llena. Serás tú que no sabes…
-Bueno, lo que faltaba.
-Venga, tonto. Anda, ven aquí. Pégate a mí.
-¿Más todavía?


Un dialoguillo de estos en plena faena actúa como el triste descabello: el animal se viene abajo y, al rato, ya estaba yo en otra historia, procesando lo ocurrido, que no era cosa nueva.

-Jo, me enfriao –me dijo- . Me fumo un cigarro, ¿vale?
-Venga, va, que luego parece que me lo hago con un Chester.
-¿Se puede saber qué te pasa? Vaya humor, tío.
-Que no, fuma, fuma.
-¿Qué haces? ¿Adónde vas?
-Espera un poquito, coño. Mira, esto es el Foro
–porque pa’ vicio éste- que es un sitio maravilloso donde bla… bla… bla… y rebla…
-Qué rollo.
-Joder con la niña.
-Pues no querrás que me ponga ahora a ver un ordenador, ¿no?
-Oye, ¿no era un cigarro lo que te ibas a fumar?
-Bueno, qué más da, me fumo esto… y así seguimos luego, ¿vale, tontíííín?
-Vale, vale, pero espera, espera, cooooño, sal de ahí, qué prisas…


Ya no es una cuestión de esta tierna generación de niñas, frescas y atrevidas, que da gusto, de verdad, la facilidad y el nulo prejuicio. Menos mal que ya quedó atrás tan absurda represión. No. Se trata de una cuestión más profunda (sin coña), porque a la reanudación, la muy traidorzuela, tomó tan en serio mis palabras que juro habérmelo hecho con un muerto. Ahora no ponía ella ninguna fuerza y me obligaba yo a forzar la máquina, que ya iba uno dolorido y cargadito, hasta un punto donde ya nada me separaba de un mero violador.

-Oye, bonita –le dije ya entonces con toda mi mala baba-, ¿por qué no te haces otro mientras?

Pero bueno: ¿tan difícil resultaba un acoplamiento natural, una sencilla armonía? Pues a eso de las cinco de la mañana, mientras ella roncaba a braga suelta y a mí me dormía la vela, llegué a una conclusión, cómo no, malsana. A los 30 el muestrario es más que suficiente.

Además de por la violencia –que acertaba Bell- vivimos en un mundo irradiado por una sexualidad terrorista. Tetas y culos comerciales nos bombardean por doquier animando la libido constantemente. Decía Freud que el hombre piensa –consciente o inconscientemente- unas 12 mil veces al día en el sexo. Pues si levantara la cabeza tendría que ajustar la cifra al IPC. Lo verdaderamente triste de este Capitalismo Fálico es verse obligado el joven actual a embutir su sexualidad al molde imperante, que no es otro que el de la basta y burda pornografía. Sí, sí, la pornografía. Decidle a un joven de 16 años a ver qué sexualidad ha visto. Pues la misma que todos vemos porque no hay más.

La consecuencia más nefasta de todo esto es que el hombre, a la larga, se ve abocado, además de al “Cumple, cabrón” , a una injusta y cruel Sexualidad del Rendimiento . El intercambio ocasional de sexo en el mundo de hoy reclama a un hombre capaz de conducir a la mujer, entre presa y reina, al paraíso de lo multiorgásmico y directamente imposible. Que no me hablen de preámbulos, caricias, ascensores, susurros y demás parafernalia erótica. Que la sexualidad es más que nunca hoy una mera genitalia activa cuyo peso recae a plomo sobre los hombros del hombre. Y claro, los laboratorios se forran con la Viagra (esos sí que se empalman con el negocio), que a este paso, nos mutamos todos en un pene con ojos para continuar cumpliendo los designios de la pantalla, la publicidad, el cine y la madre que los parió a todos.

Follar, antes palabra tabú y ahora mezclada con la saliva, es un verbo transitivo que, lo queramos o no, implica un agente y un paciente. La misma arquitectura de lo genital es complementaria: indica que hay que llenar el hueco inerte con la criatura viva. Pues ahora resulta que ese hueco inerte ha cobrado una vida inusitada como un monstruo cuya boca no se ve saciada más que con otro monstruo.

Qué curioso: puede que a lo largo de la Historia, la Cultura sexual haya sido injusta con la mujer, pero estoy seguro que la Naturaleza lo ha sido con el hombre: nuestro orgasmo no es más que un flojo estornudo, uno solo, que has de sudar siempre, a la caza y en pleno festín. El hombre alcanza su plenitud como a los 20 y bajando. La mujer a los 36 y subiendo. La mayoría de las drogas, para colmo, actúan como potenciadores en ellas y como inhibidores en ellos. Así, algunos desgraciados tiran y tiran de alcoholazo toda la noche para desinhibirse sin saber que lo que están inhibiendo de veras es la herramienta, y claro, luego plof. Por no hablar de los imbéciles de la farlopa, que les puede dar una arritmia del esfuerzo insensible y a ellas también, pero de sumo placer.

¿Pero qué va a pensar ese chaval de Aluche, hombre? Si luego te llevan a Crónicas al simio de Nacho Vidal (“Yo he estado dándoles más de una hora seguida a tres”) o el picoleto del Antonio David se marca un “Seis en una noche a la Bermúdez” (ya serían tortazos, gilipollas) o los Chamberlain, Magic, Kluivert, Beaty o Clooney de turno, los dioses de hoy, contándoselas a miles. Idos a la mierda todos, hombre, que somos personas normales, que a lo mejor un día nos toca el amor y tenemos suerte de encontrar la armonía. Mientras tanto, no habremus más que una futura generación de neuróticos sexuales a los que la industria del sexo nos lo hace digerir en cantidades y modos industriales. Del manda huevos al manda coño, qué más da, el caso es hacer del Sapiens un mero Genitalis.

Tenía yo un amigo muy bruto que me decía:

-Si yo fuera tía estaría todo el día tocándome las tetas y el coño.
-Pero qué bestia que eres. ¿Pues no tienes tú lo tuyo para jugar?
-Ya, pero no veas cómo acabo a veces con el brazo. Y todo pa’ un segundo.


Ahora resulta que va al gimnasio para ser como los de las películas, no sea un humano normal que a veces falla follando y por lo visto, no debe haber mayor mefafísica humillación masculina en esta vida que ésa. Con lo que a mí me gusta susurrar a la mujer a oscuras mientras se queda dormida en tu regazo. Más de una se me quedó dulcemente dormida por puro aburrimiento chupando y chupando, pero ojo, chupando NBA a porrillo, que es lo que se viene a hacer a mi casa.

Y a la mañana, cuando las nubes cantan y el pajarillo se levanta, cumplía, hombre, que por mucho que diga, al final, pues eso, si hay que cumplir pues se cumple... mientras se pueda, que uno no es Superman ni puta falta que hace.

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