viernes, marzo 28, 2008

Dos viejos

Qué linda que estás!

28 de marzo

Siempre recordaba como, cuando el invierno llegaba a su triste ocaso y las largas noches se acortaban más que nunca a tu lado, me atusabas la irremediable cabellera mientras yo hacía que dormía acurrucado sobre tu respiración. Los labios me olían a tus besos, y la piel me sabía tan salvaje como la que te cubría elegante. Todavía se sentía tu presencia llenando el vacío de las goteras que me taladraban la mente. De mañana mirábamos cada uno esperanzado a su despertar, lleno de aquel viejo cosquilleo que propinaba en las entrañas mientras nos recorríamos lentamente, en nuestra casa, con nuestro día y nuestra noche, nuestra vejez alimentada de vidas pasadas.

Toda una vida entrelazados, con el aliento perdido, con las palabras entre dientes y el puño encerrado en el corazón extraviado por travieso. Recorrido el camino, muchos caídos quedaron atrás, muchos extraños de paso, muchos viajeros y muchos viajes, algo de tedio de entremedias, pero siempre, en todo momento, en todo instante en toda sístole y diástole, en todo movimiento, en resumen... tú.

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