jueves, diciembre 25, 2008

Aún no me he repuesto de la última noche que pasé contigo.

No te imaginas lo que me has hecho sufrir, la cantidad de mujeres a las que he tenido que tirarme para olvidarme de ti.

25 de Diciembre (fun fun fun)

Me gustaría compartir con ustedes una entrada de un blog que me gusta leer y que ha sido premiado este año por 20 minutos.

Antes me gustaría responder al comentarista anónimo e indeciso que publica dos entradas iguales cambiando ligeramente las palabras (de qué me sonará eso): Amigo anónimo, cuando la manzana se pudre de determinadas maneras, es que la semilla nunca fue pura, sino corrupta y adepta a la malicia y los gusanos.

La reflexión de Scortum se titula: Hierática escribe:

El temor de toda mujer bella, acostumbrada al calor de sus amantes, es pasar una noche de invierno sola y enamorada.

Fuerte es y será la mujer que hierática mira por la ventana a un punto fijo donde se le muestra su pasado, su presente y su futuro. Con el pelo dorado recogido y cruzada de brazos recuerda los momentos de su vida en los que no le falto calor en su cama y ahora, enamorada, tiembla porque esta noche no hallará calor de hombre.

Contiene con destreza las lágrimas que cada vez más poderosas destrozan su alma. Hermosa, la luz nos devuelve unos ojos azules, tornados grisáceos por el periodo que le espera. Continua de pie, digna, altiva como siempre. Parece no sentir los llantos que su amado le dedica a miles de kilómetros de distancia. Él sentirá frío y ella no podrá arroparle, él tendrá miedo y no encontrará protección; ella destrozada, se desvanece en su silla y escribe.

El dolor vuelve su rostro aún más bello, las pestañas húmedas la enternecen, escribe lentamente, como lentamente muere.

Continúa viendo su vida pasar, las risas, los llantos, sus amarguras y su felicidad se recuerda ahora más intensamente, ahora que él no está.

Recuerda los momentos de su vida en los que un hombre no la quitaba el sueño, los momentos en los que no le faltaban los regalos, los mimos y los abrazos. Las caricias vacías de sus amantes la llenaban de felicidad, pues ella no buscaba amor, solo buscaba compañía.

Pasó el tiempo y en su búsqueda encontró un principe hermoso que no le mandaba obsequios, ni flores, ni bombones; pero el calor de un abrazo suyo valía una vida, la protección, la compañía, el amor que el ofrecía lo era todo.

Le costó a la bella mujer acostumbrarse a tanto sentimiento y a no encontrar materiales. Le costó tanto, que el príncipe debía luchar día tras día contra los dragones de su pasado, debía derrotarlos y demostrar que lo que el podía darla valía mucho más que todos los tesoros que guardaba.

Él se esforzaba por mantener la piel de su Diosa de piedra, pálida como el mármol. Atento, le privaba de todo lo que supusiera un esfuerzo para ella y ella dándose cuenta del tesoro que había encontrado lo convirtió en un muñeco de plata y lo guardó junto a su pecho.

Los días juntos son luminosos, radiantes. Las horas pasan rápido y los minutos colmados de besos son eternos. Un segundo con él, para ella, es un segundo de vida plena.

Tuvieron sus rachas, cuando el amor es intenso el dolor es más intenso aún y ella no perdona. No puede olvidar lo que fue y continúa orgullosa siendo la Reina.

En su época de esplendor, no sentía, ni quería, no vivía, tampoco lloraba ni anhelaba el amor. Consumía. Recuerda ahora los tiempos en los que la falta de calor no la producían más que ganas de comprar pieles y cubrirse con el sufrimiento de otros. Ahora el calor es imprescindible y la falta del mismo aunque solo sea un día hiela su ánimo, la mata.

Ataviada con unos hermosos tacones, continúa escribiendo lo que para ella es un testamento. Lo dejará escrito en forma de carta y huirá a su cama, donde abrazada a la almohada dormirá largas horas que para ella habrán sido a penas unos minutos.

Se levantará y hará como si nada, paseará por casa como un alma perdida, buscando el amor que le de vida.

Piensa en el alcohol, emborrachada no sentirá. Se lanza a paso rápido a por algo fuerte que le quite en sufrimiento, pero se detiene, piensa. Retrocede y se sienta. Mujer racional, inteligente y perversa, aprenderá de su propio sufrimiento. No toma medicinas cuando está enferma, no beberá mientras esté muerta.

Deja de escribir de nuevo, se dirige al espejo observando su contoneo, sonríe. Se sabe hermosa. Piensa en como podría tener todo lo que quisiese, en como podría tener dinero, amantes, una agitada vida social, sería deseada por todos, por todas. Piensa en como podría tenerlo todo y se enorgullece de elegir el sufrimiento que le ofrece el amor.

La niña a madurado. La niña ha elegido. Le amará hasta que el sentimiento se agoté, entonces le destruirá ignorando sus lágrimas, le hundirá y el mismo se matará. Ella feliz, habiendo destruido un alma más caminara de nuevo por el triunfo social, llena de joyas vacías y orgullosa de su imposibilidad de sentir.

Pero seamos francos, la verdad es que desea pasar con él toda su vida, compartir cada alegría, cada texto, cada lágrima, cada verso.

Besando el muñeco de fría plata, susurra que le ama y le amará hasta que regrese. Para entonces, ella, aún más hermosa, más altiva, todavía más sabia, le brindará otra temporada de calor y pasión, de amor condicional y cariño sin condición.

Ella ahora destrozada, pone punto y final al testamento, donde deja escrito que incluso las Diosas temen no encontrar calor en su cama, deja la prueba de que la frialdad del mármol no está reñida con los sentimientos más puros de amor. Ella despidiéndose, pide dormir eternamente hasta que él regrese y la despierte como en los cuentos.

Ella despidiéndose suplica: “Vuelve”.

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