miércoles, julio 09, 2008

Tercer aviso

Jamás duró una flor dos primaveras.

9 de Julio

Cada día el sol se pone más tarde en unos días oscuros, grisaceos, plomizos. El mundo tiene los ojos apagados, entre vendas y heridas superficiales se fraguaba la propia enfermedad, amarga y triste, fría como la nieve blanca, lejana como las estrellas de ayer, falsa como la crónica de los pueblos viejos.

Cada día un pequeño adiós marcado en el aire, los gestos de un impávido y maloliente lastre de las noches que sostuvieron tu aliento, una tierra que se muere con el pendón clavado en las entrañas y agitándose en el vacío. Y mientras los hombres juegan con los trileros de la muerte, buscando la bolita de una nueva mañana.

Cada día atravieso las calles de la ciudad, mirando la miseria fruto del viejo vicio, la maldición de unos labios sollozando por una caricia, de un suspiro por tus pulsos, de una mentira anclada en el simiente que te dio aliento. Puercos retozan a los pies de la estatua, vuelan tristes en sus descandos, atados por unos versos que jamás retornarán.

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